miércoles, 18 de abril de 2007

Un cuento para adultos

A medida que las personas vamos creciendo y madurando, vamos adquiriendo un sentido de la realidad diferente al que teníamos cuando éramos pequeñas, más "real" y menos fantasioso. La experiencia nos otorga un grado más en el nivel de conocimientos y de raciocinio. Creemos que nos acercamos a nuestra plenitud intelectual, a nuestro pleno desarrollo cognitivo. Nos atrevemos a decir a los más jóvenes "yo a tu edad pensaba lo mismo, cuando crezcas te darás cuenta de que la realidad es diferente". Esa realidad tan diferente que nos pintaron, resulta ser una realidad resignada, sin utopías ni esperanzas, sin el motor básico que produce el cambio. Resulta ser una realidad que "es" en lugar de una realidad "producto", es decir, producida por todos y cada uno de nosotros. Una realidad tan tangible, tan real y tan omnipresente que nos atrapa y nos engulle en una espiral de apatía de la que resulta difícil salir. Y para sobrevivir como persona adulta sin ser tachada de ingenua y obtener el reconocimiento de los demás, poco a poco vamos perdiendo contacto con todo aquello que nos hacía soñar cuando éramos pequeños, esa magia que hacía real lo imposible, que nos abría un mundo de posibilidades y una vía de escape alternativa al mundo de las personas adultas, a esa realidad incuestionable. Huimos de nuestra "naturaleza salvaje" (me apropio de un término acuñado por Clarissa Pinkola en su libro Mujeres que corren con los lobos para hacerlo extensibel a todo el género humano adulto) y con ello cerramos una puerta que sin duda nos ayudaría a desarrollarnos como personas más plenas y satisfechas.

Eso es lo que le pasó a Tomás, el protagonista de esta hermosa historia. Enfadado con el mundo, con la crudeza de la realidad y con los seres que la provocan (entre los que se encuentra el mismo), un afortunado día encuentra una perqueña niña abandonada en la orilla del mar. Es un ser realmente diminuto y Tomás, enternecido ante la niña que además está inconsciente, deja de lado su tozudez y se dedica a cuidar con mimo de la pequeña. Y así, sin darse cuenta, poco a poco, Tomás se fue reconciliando con el mundo. Aprendió de nuevo a disfrutar con las cosas más sencillas, a sentir con los cinco sentidos, a permitirse ser feliz. Y a darlo todo por aquella felicidad. Quizá el hada eligiera a Tomás para que le salvara, o quizá Tomás soñara un hada que le salvase a si mismo. Quizá nos vendría bien a todos encontrar una pequeña hada.

Título: El viejo Tomás y la pequeña hada
Autor: Dominique Demers
Ilustrador: Stéphane Poulin
Editorial: Juventud
ISBN: 8426133126
Observación: Aunque este libro está recomendado y catalogado en muchas bibliotecas como una lectura a partir de 6 años, he de decir que nadie mejor que una persona adulta puede comprender su significado. De hecho me atrevería a decir que fue un libro escrito básicamente para dicho público.

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