Recientemente hemos recibido en la biblioteca donde trabajo una generosa donación de libros de un particular. Así que durante estos días he ido añadiendo cada uno de ellos a la colección, poco a poco y con la curiosidad que siempre genera la llegada de nuevo material. Número de registro, título, autor, fecha de entrada, procedencia, código de barras, tejuelo. En total alrededor de cien volúmenes de lo más vario pinto: filosofía, guías de viaje, biografías; obras de Fernando Savater, Ramón J. Sender, Spinoza, Fernando Pessoa, Sánchez Mazas… ¿Sánchez Mazas? Un momento Paula…¡Sánchez Mazas!. ¿De qué te suena ese apellido? Sánchez Mazas, Sánchez Mazas, a ver…. ¡Ostras sí! Sánchez Mazas, el tío aquel del que hablaba el libro de Soldados de Salamina y por consiguiente la película del Trueba. Así que tengo entre mis manos una de las novelas del fundador de la falange… Vaya, vaya. Y, ¿qué hago con él? ¿Lo registro o no? Porque este tío creó la falange y colaboró en la composición de la letra del cara al sol y además fue ministro en el gobierno de Franco, es decir colaboró directamente con un régimen dictatorial y fascista. ¡Qué dilema! En mi mano está la decisión de difundir esta obra, registrándola y haciéndola susceptible de ser prestada y por lo tanto leída, o bien marginarla al ostracismo apartándola de la circulación. Ya me ha ocurrido en otras ocasiones, cuando hacemos revisión del fondo bibliográfico: de repente te encuentras con un libro de la posguerra dedicado al generalísimo, o por ejemplo el diccionario del macuto, de la misma época, un compendio de todo lo que un buen soldado (o el interesado en la materia) debe saber. ¿Cómo decidir si un libro se da de alta o no, el que se expurga y el que queda? ¿Dónde acaba el expurgo y comienza la censura? He pensado mucho al respecto y aún no tengo muy claros los límites. ¿Hasta que punto una biblioteca pública puede difundir la propaganda política, sea del color que sea? ¿Cómo diferenciar aquellos textos que defienden restricciones en materia de derechos fundamentales, de aquellos que reflejan una mera opinión personal? Sea como fuere, ante mis manos tan solo tenía una novela, de un autor fascista es cierto, pero nada más (o nada menos) que una novela, no un panfleto político (por mucho que un autor pueda expresar sus ideales en dicha novela, faltaría más). ¿Quién soy yo para interponerme entre el autor y el público? ¿Quién, para ocultar información? Finalmente escribí:
Número de registro: 14.020
Título: La vida nueva de Pedrito de Andía
Autor: Sánchez Mazas, Rafael
Fecha de entrada: 15-03-2007
Etc, etc, etc.
2 comentarios:
Un tema polémico el de la libertad de expresión. Cuando somos víctimas de la censura lo vemos muy claro, pero, ¿cuando estamos del otro lado? En este caso creo que hiciste lo correcto, pero realmente no es una decisión fácil.
Cualquier persona que administre un foro de una página web sabe de lo que hablas, hasta qué punto somos libres de opinar? donde está el límite?
Opino como Marta y me parece correcto la decisión tomada, lo que nos diferencia de los fascistas es que aunque no nos guste lo que puedan pensar e incluso escribir otras personas de ideología diferente a la nuestra tienen, todo el derecho para hacerlo y no samos nadie para censurarlo, cada uno es libre luego de optar por leerlo o no; cosa que ningún extremista sea del bando que sea sabra entender:
Y esto nos hace mejores que ellos
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